Está a punto de terminar un "annus horribilis" que ha cambiado, no sé si para siempre pero definitivamente sí ha cambiado, nuestras vidas. Unos han sufrido la enfermedad, otros han perdido seres queridos por culpa de ella. Muchos otros han perdido sus trabajos. 2020 quedará marcado en nuestra memoria como el año del cononavirus, de la pandemia que azotó a toda la humanidad. El año del confinamiento, de los discursos televisivos, de los aplausos a las 20h en honor a nuestros héroes, los sanitarios, el año del "Resistiré" que tanto hemos cantado y bailado en mi casa.
Ha sido un año horrible y, sin embargo, a nivel personal ha tenido cosas muy positivas. He hablado con mi familia y amigos por video conferencia más que nunca. Especialmente emotivas para mí eran las llamadas a cuatro bandas, con mi hija Martina en Irlanda, mis padres en su casa, y mi hermana en Ibiza. Mi hija Daniela, de 4 años, nos dió una lección de cómo afrontar el "bichito". Es la que mejor aguantó, de lejos, los dos primeros meses sin poder pisar la calle. Sin quejarse, sin portarse mal, nos llenó la casa de flores dibujadas por ella.
Es el año en el que cumplí medio siglo de vida encerrado en casa, un cumpleaños muy extraño, y sin embargo maravilloso, en el que Mafe me tenía preparada la mejor de las sorpresas, un vídeo de más de una hora de duración, hecho con las felicitaciones y recuerdos de mi familia y amigos, tarea que empezó a preparar en el verano de 2019. Un video que, cada vez que lo veo, no puedo evitar que se me derramen las lágrimas, a mi, un tipo duro que no llora nunca... Creo que nunca podré agradecerle lo suficiente lo que ese video ha supuesto para mí.
El encierro me obligó a cambiar mi mirada y mi forma de hacer fotografía. Descubrí el placer de fotografiar mi familia, los espacios de mi casa, de fotografiar la calle desde mi balcón. Me he llevado muchas "broncas" de mis hijas por fotografiarlas a escondidas, sin que ellas se dieran cuenta, en actitudes y gestos que ellas entendían no les favorecía y que, sin embargo, yo encontraba bellísimos por no ser posados. Estaba firmemente decidido a no dejar pasar esta oportunidad única e irrepetible de documentar estas interminables semanas juntos.
Aprendí a mirar la calle con otros ojos, desde otros ángulos. Cuesta decirlo, pero descubrí un Madrid vacío bellísimo, un Madrid hasta ahora desconocido. He documentado el confinamiento con miles de imágenes, tanto de mi familia, como de la calle. Tengo material de sobra, y hasta me atrevo a decir que bueno, para hacer una publicación, personal e íntima. Sólo se requiere tiempo y voluntad. Lástima que sea tan perezoso...
Se acaba 2020, y damos la bienvenida a 2021, con la esperanza de que sea el año en el que definitivamente derrotemos al virus, pero de verdad, no con mensajes televisados falsos y vacíos. Quiero quitarme la mascarilla, quiero abrazar a mis padres, sobrino y hermana. Quiero entrar en un bar y poder celebrar, sin miedo a pillar el bicho. Quiero volver a mi normalidad, no a la "nueva normalidad", sino a la normalidad que siempre he conocido.
He hecho cientos, miles de fotos durante estos meses. Me resulta muy difícil elegir una para ilustrar este post. Elijo la que, para mí, representa lo que ha sido este 2020: Daniela en la Puerta del Sol de Madrid, durante esos paseos que pudimos empezar a disfrutar a partir del mes de abril. Daniela sola en el espacio probablemente más concurrido de Madrid en circunstancias normales, con una flor en la mano. Una flor que simboliza la esperanza.
Feliz 2021 a todos.