Las vacaciones de este año han sido mejores que nunca. Las he disfrutado al máximo, a pesar de la mascarilla y del coronavirus, o quizás por culpa del "bicho". El acceso a la piscina de la urbanización donde veraneo ha estado limitado a un turno al día, mañana o tarde. Este hecho me ha permitido descubrir la playa. Digo bien, "descubrir". Tradicionalmente he ido a la playa siempre a regañadientes. La crema solar, la arena y la sal pegadas a mi piel hacían que no me sintiera cómodo. Sin embargo, este años he descubierto que hay otra forma de disfrutar de la playa, ir al atardecer, cuando ya no es necesario echarse crema solar, llevarse unos bocatas, disfrutar de la maravillosa puesta de sol que ocurre allí, y hacer muchas fotos al paisaje, y a mis hijas. Día sí, día también, hemos ido a Isla Canela en estas circunstancias, y he vuelto cargado de grandes recuerdos y muchísimas fotos de esos momentos vividos.
Ilustro este post rescatando una de las miles de fotos hechas. En esta ocasión, es de mi princesa Daniela, el bombón que me ha robado el corazón. No hay niño en el mundo al que le guste la playa más que a ella. La foto está hecha usando el Modo "Retrato" 2x de mi Huawei P40 Pro+, y ligeramente editada con Snapseed. Es bella mi niña, ¿verdad?
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