jueves, 28 de mayo de 2020

Diario #YoMeQuedoEnCasa 27/05/2020

Llevamos ya varios días desde que Madrid entró en "Fase 1". Sé que en mi último post dije que lo primero que haría cuando entráramos en esta Fase sería ir a ver a mi abuela al cementerio de la Almudena y ponerle unas flores, pero reconozco que nos pudo la impaciencia, y lo primero que hicimos, el lunes por la tarde, fue reunirnos toda la familia en una terraza de la Plaza Santa Ana. Nos nos besamos, no nos abrazamos, estuvimos todo el rato con la mascarilla puesta, salvo en los momentos en los que bebíamos o comíamos. Lo necesitábamos. Estuvo incluso mi hermana, que había vuelto de Ibiza unos días para operarse un pie. Ya ha vuelto a su trabajo en la isla. Es una currante nata.

A ver a mi abuela iré sin falta este fin de semana. Mientras, Daniela y yo aprovechamos ayer para irnos a pasear al Parque del Buen Retiro. No os podeis imaginar cómo estaba de bello. Ahí sí que podemos cumplir con la distancia social sin problema alguno. Daniela se lo pasó de maravilla. Mira que no le gusta andar, es bastante vaga, pero le gustó tanto que me hizo prometerle que hoy volvíamos. Si nada ni nadie lo impide, esta tarde mantengo mi promesa.

Mientras paseaba con Daniela mientras ella cogía flores para su casarse conmigo y piedras para hacer un castillo, yo seguía a lo mío. Bueno, a lo que hago siempre que salgo a la calle, y que puedo compaginar con cuidar de Daniela y jugar con ella, hacer fotos. Ilustro este post con la foto de ayer que más me gusta, al de esta chica que, sola ella en un banco durante al menos el tiempo que estuve en la zona del lago, destacaba por clase y belleza del resto de paseantes. Me pregunto qué hacía ella ahí sola durante tanto tiempo.

Foto hecha con mi Huawei P30 Pro y ligeramente editada con Snapseed.



sábado, 16 de mayo de 2020

Diario #YoMeQuedoEnCasa 15/05/2020

Ayer fue San Isidro, patrón de Madrid. Es una fiesta importante para nosotros, los madrileños. Ese días vestimos de chulapos, comemos rosquillas, y vamos a las Vistillas o a la Pradera de San Isidro. Debo confesar que antes de tener hijas no le prestaba atención a esta tradición, para mí, lo bueno de San Isidro es que era un día festivo. Curiosamente, cuando nació la primera, Candela y coincidiendo con que vivíamos en el centro, empezamos a disfrutar de nuestra festividad,  y desde entonces, vivimos San Isidro en casa con mucha pasión.

Pero el 15 de mayo siempre ha sido también una fecha muy importante en nuestra familia. Es el día en que nació mi abuela Marisa, la madre de mi padre, allá por 1911. Mi abuela Marisa era una persona extremadamente bondadosa. Caía bien a todo el mundo. Cuando digo "a todo el mundo", quiero decir precisamente eso, a todo el mundo. Si se pudiera ilustrar la definición de "buena persona" con la imagen de alguien, sería con la foto de mi abuela. Guapa, elegante y cariñosa, la familia era lo más importante para ella.

Yo la quería con locura. Aún conservo mil recuerdos de ella. Voy a contar dos. Mi abuela era una excelente cocinera. Entre los platos que hacía, estaba una deliciosa tarta de nata y bizcocho de chocolate (receta que ha recuperado muchos años después Mafe, y me la hace en ocasiones especiales, recordándome a mi abuela). La nata era de la buena, comprada en una pastelería que había en la calle Rafael Calvo. Mi abuela hacía la tarta los sábados, día en que íbamos a comer a su casa. Después de untarla en la tarta, me daba el resto de la nata para que me la comiera (siempre sospeché que era su nieto favorito, pero no puedo afirmarlo con seguridad). Estaba exquisita.

El segundo recuerdo es de cuando estudié 6º de E.G.B. (para los más jóvenes, E.G.B. significa Educación General Básica, creo que el equivalente a 1º de la E.S.O. actual) en Irlanda. Al volver en Navidades, fuimos a su casa. Recuerdo perfectamente que, cuando abrió la puerta, me eché en sus brazos con tal ímpetu, que la tiré al suelo. La echo mucho de menos. Lo que más lamento, a parte de no tenerla ya conmigo, es que no haya conocido a la familia tan bonita que tengo. Se hubieran llevado de maravilla.

Desde que murió mi abuela Marisa el 15 de diciembre de 1995, he ido todos los años a ponerle flores al cementerio de la Almudena. Pero no voy en el aniversario de su muerte. Voy siempre el día de su cumpleaños, el día de San Isidro. Siempre pongo seis claveles rojos, y seis claveles blancos, los colores de nuestro querido Atlético. Desde que nacieron mis hijas, me suelen acompañar ellas al cementerio, unos años vestidas de chulapas, otros años no. La foto que ilustra este post no es de este año, obviamente. Es del 15 de mayo de 2016. Este año, por primera vez desde que falleció, no he podido ir por culpa del puto coronavirus. En cuanto Madrid pase a Fase 1, lo primero que haré será ir al cementerio y cumplir con mi tradición. Ella lo sabe.

Ah, por cierto, creo que llevamos ya sesenta y pico días en estado de alarma. Madrid se encuentra aún en la fase 0 de la llamada "desescalada". Aún no he podido ver a mis padres. En cuanto pasemos a la Fase 1, lo segundo que haremos (primero iré al cementerio de La Almudena) será reunirnos todos en una terraza de Madrid, y tomarnos algo juntos, eso sí, sin abrazos y guardando la distancia de seguridad.

Un días más confinados, un día menos para que esto acabe. #YoMeQuedoEnCasa



miércoles, 6 de mayo de 2020

Diario #YoMeQuedoEnCasa 06/05/2020

Vuelvo a mi diario después de diez días sin escribir. Y vuelvo sin saber si es una despedida porque ya no vaya a escribir más, o simplemente una pausa para seguir escribiendo, pero de vez en cuando, cuando tenga algo que decir. Llevamos ya cincuenta y tantos días de confinamiento, he perdido la cuenta, y hacen mella en el estado de ánimo. No he vuelto por aquí sencillamente porque no tenía ganas de escribir, porque para decir siempre lo mismo, mejor me estaba calladito.

En estos diez días no ha ocurrido gran cosa. Salgo diariamente con Daniela a dar un paseo de una hora por el centro de Madrid. Ha empezado a entrarme trabajo, con la diferencia de que el desarrollo de mi trabajo se ha complicado muchísimo debido a la situación económica actual. El tiempo empleado en cada una de las tasaciones que hago se ha multiplicado, mínimo, por tres. Y todo, para cobrar la mitad al tratarse de tasaciones de sólo visita exterior, como ya expliqué en algún post anterior. 

La entrada de trabajo ha generado un problema en casa con Daniela. Si todos trabajamos o estudiamos, nadie puede atenderla. Con sólo cuatro años, un niño no entiende eso bien. Hoy me ha dicho Daniela: "Papi, me aburro. Ya no juega conmigo ni papá, ni mamá". Reconozco que me ha dado mucha pena escucharle decir esto. 

Esto genera otro problema con ella. Durante las primeras semanas en las que yo no tenía trabajo y le podía dedicar todo mi tiempo, podíamos hacer los deberes que Mari Cruz, su profesora, enviaba diariamente por email. Ahora, con la obligación del trabajo que debe salir adelante, hay días que no los hacemos.  No nos da tiempo. Es cierto que está en Segundo de Infantil, pero me preocupa.

En estos diez días también ha ocurrido que finalmente mis hijas pueden salir también. Desde entonces, Candela no ha salido ninguno, Martina dos días, y Mafe sólo uno. El miedo al "bicho", la apatía o el cansancio pasan factura, y prefieren quedarse en casa.

Ayer, durante el paseo, Daniela y yo estuvimos buscando una churrería abierta. La archiconocida San Ginés, así como la churrería 1902 de la calle San Martín, estaban cerradas. Sin embargo, para nuestra alegría, la churrería Las Farolas, en la calle Mayor, había reabierto el negocio. Dani y yo nos dimos un capricho, y nos comimos tres churros cada uno. Con qué poco nos conformamos y con qué poco volvemos a sonreír, ¿verdad?

Durante el paseo también tuve la agradable sorpresa de volver a verme con mi amigo Federico. Él pasaba por mi casa y me mandó un mensaje. Yo estaba esperando que salieran los churros recién hechos. Nos vimos en la Puerta del Sol. De ahí caminamos juntos los tres hasta la plaza de Tirso de Molina, manteniendo las distancias, claro. A Fede le encanta chinchar a Dani. A Dani le encanta que le chinche. Lo pasamos muy bien. Hemos quedado en repetirlo otro día. 

Sinceramente, no sé si volveré a escribir el diario. Por si acaso ésta es la última entrada, la voy a ilustrar con una foto que no es de hoy, es de hace dos noches, pero que me encanta. Candela y Martina, pasada la medianoche, las dos tiradas en el suelo del salón, consultando sus móviles, riéndose a carcajadas. Tanto, que tuve que llamarles la atención para que bajaran el tono.

Por si acaso no remonta el ánimo para volver a escribir, quisiera dar sinceramente las gracias a todos los que habéis pasado por aquí y leído mi día a día, durante... ¿siete semanas?. Me constan que sois unos cuantos. Nos volveremos a ver tarde o temprano. Gracias.

Un días más confinados, un día menos para que esto acabe. #YoMeQuedoEnCasa