Hoy está siendo un día muy gris. Tanto, que la foto es gris, no tiene nada de especial. No es mas que la foto de una de nuestras mascarillas en uno de los balcones de casa. Creemos, seguramente de manera muy inocente, que la mascarilla está mejor fuera, aireándose, que dentro.
No ha ocurrido, ni va a ocurrir nada especial. Las cifras de infectados por el coronavirus son realmente alarmantes, y las noticias que se va filtrando de lo que ocurre en los hospitales españoles son realmente dramáticas.
Mañana es sábado. En condiciones normales, la vida familiar daría un vuelco. De las clases en el colegio y los días trabajando, pasaríamos al primero de los días festivos del fin de semana, con todo lo que eso conlleva para nosotros: salir a la calle, pasear por el barrio, tomarnos el vermú en el Stop Madrid, aunque nosotros en casa lo llamamos "el bar de Ángela". Lo llamamos así por Ángela, la camarera que lo regenta, y que le tiene un cariño inmenso a Daniela. Hace tiempo se convirtió en parada obligatoria los fines de semana, y cuando podemos, también entre semana.
Pero mañana será un sábado diferente. Tan diferente que lo pasaremos en casa, sin salir, como ayer, como hoy, como el domingo. A lo máximo, saldré a comprar el pan, rutina que me permite escaparme diez minutos de este encierro. A pesar de lo que acabo de decir, no lo olvidemos, #YoMeQuedoEnCasa.
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